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Introducción: Contextualización de la crisis bancaria
Si creías que los desvaríos financieros de la pasada década eran ya agua bajo el puente, prepárate para 2022, porque viene cargado de sorpresas. ¿Recordáis la debacle de las hipotecas subprime en Estados Unidos? Estamos hablando de tiempos de hipotecas peligrosas, bancos en bancarrota y un colapso económico mundial. Pues bien, parece que la historia amenaza con un bis, esta vez aderezado para hacer aún más indigestas las finanzas yanquis.
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En uno de esos días fatídicos que los mercados financieros nos regalan de vez en cuando, se sucedieron varios eventos que sumieron al sector bancario estadounidense en pánico. Entre ellos, el New York Community Bancorp, -un nombre que no te dirá mucho si no eres un lobo de Wall Street- soltó la bomba: recortaría su dividendo debido a las ásperas relaciones comerciales y las nuevas regulaciones de capital. Y, por si fuera poco, el Deutsche Bank, ese banco que genera más noticias que una película de Scorsese, clavó otra daga: reportaba pérdidas por el desplome del mercado inmobiliario en EE.UU. Y para incrementar la sobredosis de dramatismo, un banco japonés comunicaba pérdidas análogas. Como resultado, los rendimientos de los bonos a 10 años en EE.UU. decidieron entrar en barrena, cayendo 14 puntos básicos.
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Y te preguntarás, ¿a qué achacamos este percal? Una vez más, el detonante es una crisis inmobiliaria. Esta vez, en cambio, no hablamos de hipotecas subprime, sino del hundimiento del valor de los bienes inmuebles dedicados a oficinas. Sí, la pandemia y el auge del trabajo desde casa no solo han reconfigurado nuestras rutinas, sino que han dejado grandes rascacielos de oficinas en desuso. El descenso de los precios de alquiler es una consecuencia directa de este fenómeno, y ya se están percibiendo los efectos en las cuentas de los dueños de los inmuebles. Tenemos, por ende, un auténtico drama decimonónico que parece estar lejos de su desenlace.
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Y ahí radica el meollo del asunto. La normativa bancaria obliga a las entidades financieras a efectuar provisiones para estas pérdidas previsibles. Pero, ¿cómo pronosticar las consecuencias de una pandemia global que ha trastocado nuestra forma de vivir y trabajar? ¿Cuántos regresarán a las oficinas? ¿Cuántas empresas reocuparán estas moles arquitectónicas ahora deshabitadas? Ni un adivino podría predecirlo.
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Otro dato que pone los pelos de punta proviene de Goldman Sachs. Según sus cálculos, este año y el próximo vencerán hipotecas comerciales por valor de 12 billones de dólares. ¡12 billones! Eso representa un cuarto del total de hipotecas comerciales pendientes y es la cifra más alta desde – sí, lo has adivinado- 2008, ese annus horribilis. Y, como si la trama no fuera ya suficientemente trepidante, la mayoría de esos préstamos están en manos de bancos, que se encuentran atrapados en un ciclo vicioso.
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La carnage financiera alcanza su climax al considerar que la dimensión de la crisis de las hipotecas subprime de 2007 alcanzó los 13 billones de dólares. Nos encontramos, pues, ante las puertas de un horizonte potencialmente tumultuoso.
El sector bancario de EE.UU. se encuentra entre la espada y la pared. Bancos recortando dividendos, golpes insólitos en el mercado inmobiliario y la incertidumbre sobre el futuro del trabajo están causando un terremoto financiero que muchos temen podría tener repercusiones globales. El tiempo determinará si se trata de un sobresalto pasajero o el inicio de una nueva crisis en el sector bancario.
En Ficoach, velaremos por mantenerte al día en este guion, ofreciéndote la información más actual y pertinente, para que puedas tomar decisiones de inversión informadas. Porque, aunque la economía mundial pueda parecer un carrusel de melodramas, tus decisiones de inversión no tienen por qué verse lastradas por ello. Bueno, siempre y cuando el destino del mercado de valores decida seguir el guion, claro.
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La transición forzosa al trabajo remoto y su impacto en el mercado inmobiliario
Y así, colegas, nos adentramos en este pandemónium, o mejor dicho, ¿pandemic-mónium? que representa la conmoción del mercado inmobiliario, toda una ironía que esto sea consecuencia del nuevo fenómeno de trabajar en casa en pijama. Una diminuta y molesta criatura viral ha logrado desequilibrar a un gigante. La naturaleza mostrándonos cómo se ejecuta una verdadera jugada maestra.
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No hay que ser un sabio para percatarse de que toda esta conmoción del «Trabajo a mi antojo» ha lanzado un duro golpe al valor del mercado inmobiliario de oficinas. Mirad a nuestro alrededor, ¿no resulta obvio? Las vacantes crecen como champiñones tras una llovizna, y no precisamente con un semblante de «estoy encantado». Sino más bien entonando «Livin’ on a Prayer» de Bon Jovi.
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Los inquilinos, por su parte, aprovechan este escenario que se les brinda. «Ah, ¿el edificio está medio vacío? Entonces mi alquiler debería ser, digamos… ¿casi nada?» Finalmente, nos encontramos con una situación que señala inexorablemente hacia unas pérdidas en bienes raíces comerciales bastante seguras, aunque todavía no sabemos cuán grandes o épicas podrán terminar siendo.
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Goldman Sachs, en una sus amenazas veladas, estima que cerca de 12 billones de dólares de hipotecas comerciales vencen este año y el próximo. Es prácticamente una cuarta parte de todas las hipotecas comerciales pendientes y el nivel más alto desde 2008. Para daros una idea, esto compara con el precio de una nueva casa para cada hormiga del planeta.
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Los bancos, los que cobran comisiones hasta por respirar en sus oficinas, son los poseedores de estas hipotecas, con un 40% de participación. Veremos cómo asimilan la noticia. Además, en 2007, el total de las hipotecas subprime en los EE.UU fue de unos 13 billones de dólares. Parecería que estamos a las puertas de un nuevo «The Big Short».
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Y adivinad quién recibirá la mayor parte del impacto… sí, son nuestros queridos bancos pequeños y regionales. Ya se están preparando para resistir lo que menos soportarán, una patada en sus arcas. Además, conseguir nuevo capital es más caro que las palomitas en un cine.
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Así que, llegamos a la conclusión de que la próxima vez que tu jefe te proponga trabajar desde casa, quizás te lo pienses un poco antes de aceptar con júbilo. ¿Quién iba a pensar que ese pequeño confort iba a causar un temblor tan grande en el sistema financiero mundial? El impacto de nuestras decisiones, a veces, no es lo que parece a primera vista. Pero oye, sigamos adelante y esperemos que todo esto sirva de aprendizaje: el mundo cambia rápido, muy rápido. Y en medio del desorden, siempre hay oportunidad para evolucionar, adaptarse y, al final, sobrevivir. ¡Hasta la próxima, camaradas!
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Expectativa ante eventualidades y reglamentaciones bancarias
Las tensiones en el sector bancario, las pérdidas y la barrera de desconocimiento que nos anticipa un temporal, todo esto condimentado con regulaciones que pintan un cuadro más abstracto que una guía hacia la estabilidad financiera. ¿Cómo nos preparamos para un terreno minado cuando no logramos entender la topografía?
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Quizá hallamos un refugio en los despachos solitarios, que ahora iluminan menos de optimismo. Con el distanciamiento social forzado por la pandemia, el murmullo de los trabajadores se fue desvaneciendo. Butacas vacías, mesas desprovistas de café y una incertidumbre monumental sobre quiénes, cómo y cuánto tiempo tomará para volver a llenar estos espacios. Y, por supuesto, no podemos omitir el impacto momentáneo que esto ha tenido sobre las hipotecas comerciales.
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Porque, el desafío aquí es determinar cuántas pérdidas debemos estimar, o más bien, cómo llevarlas a la cuenta. Pero cuando la espada de Damocles del regreso incierto al trabajo presencial pende sobre nosotros, calcular tales cifras es como tratar de caminar en un mar de gelatina. ¿Es acaso esta precariedad el preludio de una crisis financiera? Eso está por verse.
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Ahí es cuando entran en escena los bancos, inestables como una estrella de rock sobre el escenario. En este punto, la regulación bancaria cobra protagonismo, como un actor secundario que acaba robándose el show. Parece que presagian lluvia, pero no tienen paraguas. Un cálculo de pérdidas futuras va a la par con regulaciones que requieren la bola mágica de cristal de la madrastra de Cenicienta.
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En estas circunstancias, debemos reembarajar y servir en un panorama económico que parece salido de Alice en el País de las Maravillas que de un manual de economía serio. Y en este caos un tanto loco, los bancos pequeños y regionales se llevan la peor parte, como grandes almacenes de hipotecas comerciales con pesadas pérdidas que los arrastran.
Por ello, porque somos conscientes de que el panorama no es precisamente optimista, seguimos buscando formas de navegar esta incertidumbre. De mantenernos en pie pese a las olas y aprender, desde luego aprender, sobre este laberinto financiero, económico y hasta emocional que es la crisis bancaria. Una película de suspense que nos mantiene en vilo. Y no lo olvides, estimado lector, en esta montaña rusa económica que enfrentamos, el cinturón de seguridad es estar informados.
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Consecuencias para los bancos pequeños y riesgos en un panorama de cautela
En la partida mundial de ajedrez financiero, si los grandes bancos son los titanes con armadura de acero, los bancos más pequeños de Estados Unidos pueden sentirse como modestos peones de plástico. No solo se enfrentan al azote de la pandemia y a la transición al teletrabajo, sino que también llevan a cuestas un auténtico Everest de Hipotecas comerciales pendientes que vencen en estos dos años. ¿Habrá alguien ahí fuera que escuchó el tintineo del timbre de alarma? Al parecer, sí, si nos atenemos a la caída de los Rendimientos de bonos de 10 años.
Este escenario, ya de por sí turbulento, se torna aún más complicado por el golpe de las Pérdidas en bienes raíces comerciales. Hablando en plata, para los bancos de tamaño y alcance regional, esto podría suponer el último clavo en el ataúd de su resistencia. Careciendo del respaldo financiero de sus hermanos mayores, la capacidad de estos bancos para asimilar tales pérdidas dista mucho de estar garantizada.
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La coyuntura de los bancos más pequeños y regionales
No solo se encuentran ante un incremento imprevisto de propiedades vacías y una caída en el Valor del mercado inmobiliario de oficinas, sino que además llevan consigo una creciente cartera de Hipotecas comerciales pendientes que vencen día tras día. Mientras estos Bancos pequeños y regionales luchan contra corriente para mantener el barco a flote, pasan las noches en vela preguntándose cómo esquivarán el precipicio financiero que tiene a tantos al borde del despeñadero.
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Captación de capital en un escenario de prudencia
Y aquí es donde entra en liza otro componente de esta ecuación. Lograr nuevo Costo de captar capital nuevo, una táctica tradicional para mantener la estabilidad financiera, se ha convertido en un desafío titánico. El camino trotado hasta la saciedad, el Mercado de bonos, se ha vuelto un erial. La cautela se ha impuesto como la regla y anida en los corazones de los inversores, que se muestran más reacios a poner su Capital en juego en estos tiempos de incertidumbre.
La suma de estos desafíos esboza un panorama que invita a la preocupación y despierta las señales de alarma acerca del futuro de estos Bancos pequeños y regionales. Cabe preguntarse: ¿resistirán estos David financieros frente a los Goliats de la economía actual? Pero, más allá de las incógnitas, lo que se ve a las claras es que, sin un giro sustancial en la dirección de los acontecimientos, las expectativas no son precisamente prometedoras.
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Repercusiones globales del desarrollo de la crisis
Preocupaciones bancarias en Estados Unidos: El panorama financiero de la semana ha mantenido en vilo al sector bancario de Estados Unidos. No es de las situaciones que se alivian con un simple café y un dolor de cabeza. Un cúmulo de noticias financieras poco halagüeñas han eclosionado sobre la mesa, invocando al fantasma de la crisis de las hipotecas de alto riesgo, conocidas como subprime.
El inicio de este escenario se sitúa en el recorte del dividendo de New York Community Bancorp, impulsado por la intensificación de las normativas de capital y las crecientes tensiones comerciales. A ello le sigue un informe que revela pérdidas inesperadas en bienes raíces comerciales norteamericanos por parte de un banco japonés. Como guinda del pastel, el Deutsche Bank también ha desvelado pérdidas en el mismo sector. Como resultado, los rendimientos de los bonos estadounidenses a 10 años, han caído en picado, nada menos que 14 puntos básicos.
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El estridente sonar de las alarmas nos trae a la mente la crisis de las hipotecas subprime. Ahora, sin embargo, la profundidad del pozo parece incierta. Hay que tener en cuenta la devaluación del mercado inmobiliario de oficinas, una consecuencia de la ‘nueva normalidad’ que nos ha trasladado a trabajar desde nuestra casa. Esto se traduce en un incremento de oficinas vacías y un cambio en el poder negociador de alquileres, que se inclina en favor del «inquilino».
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Pero la pregunta es, ¿cómo estimamos realmente nuestra pérdida? Las regulaciones bancarias exigen que estas pérdidas sean contabilizadas tan pronto como sean previsibles. Pero, determinar cuántas empresas cambiarán su modelo de negocio y cuántos trabajadores regresarán a la oficina, es un reto más complicado que acertar la lotería.
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Y aquí no termina nuestro periplo. Goldman Sachs pronostica que 12 billones de dólares de hipotecas comerciales vencerán este año y el próximo. Además, es la cifra más alta desde 2008, representando casi un cuarto de todas las hipotecas comerciales pendientes. Los bancos grandes y pequeños, tienen un pie inmerso en este tropel, dado que retienen estas hipotecas en una proporción de un 40%.
Si cotejamos el tamaño total de las hipotecas subprime en EEUU en 2007, que ascendía a 13 billones de dólares, obtenemos una clara medida de la gravedad de la situación. Los bancos más pequeños y regionales, los menos preparados para afrontar este impacto, son los más afectados.
El principal golpe proviene del elevado coste para captar nuevo capital, debido a las pérdidas en el mercado de bonos a vencimiento. En muchos casos, este costo resulta exorbitante e inalcanzable, y ya se observa cómo el mercado de bonos adquiere un tono conservador y aprensivo ante lo que podría venir.
El temor del pasado parece rondar de nuevo por el sector bancario estadounidense. Sin embargo, a diferencia de las películas, aún estamos expectantes ante la aparición del protagonista que logre desenmarañar este intrincado dilema económico de Estados Unidos.
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Conclusiones
Preocupaciones bancarias en Estados Unidos. Hagamos un giro en los acontecimientos de la economía mundial. Los colosos bancarios norteamericanos se hallan en el ojo del huracán, recibiendo embates desde todos los flancos. Por una parte, el gigante nipón reporta desmesuradas pérdidas, haciendo eco, el duro contender alemán, Deutsche Bank, también presenta un panorama de bajas económicas. Como un árbitro en la arena, las reglas bancarias ofrecen una tregua temporal una vez avizorados los números en rojo. Pero, el final de este combate no se vislumbra cercano, la incógnita del desenlace todavía no permite hacer cálculos precisos.
El problema actual parece un espejo del pasado, un eco demasiado nítido del terremoto financiero de 2008. En lugar de morir de miedo frente a las crisis de hipotecas subprime, ahora «nos angustia el decrecimiento del mercado inmobiliario de oficinas«. Un escenario plagado de lugares de trabajo desiertos, que se nutre de la incertidumbre de si los trabajadores regresarán o quizá las compañías, cansadas de desembolsar elevadas sumas, opten por reubicarse.
- Alrededor de 12 billones de dólares en hipotecas comerciales tienen su fecha de vencimiento este año y el próximo. Esto supone nada menos que un 25% del total de las hipotecas comerciales aún pendientes.
- La posibilidad de un colapso ante tremenda cifra es real y preocupa a todos; no queda sino esperar a ver qué resistencia ofrecen los bancos, sobre todo los más pequeños y locales. Si antes pensabas que hablar de la crisis subprime era asunto de grandes números, aquí seguimos jugando en las grandes ligas.
- Ante estos escenarios, cualquier persona que invierta debe mantener la cautela. El visitante inesperado podría ser una factura de capital de un costo exorbitante, a menudo, caer en la imposibilidad de cubrirlo y lo que compararía con la impresión de encontrar un Lamborghini inesperado en nuestra cochera… si no fuera porque desconocemos cómo llegó allí y cómo vamos a sufragar tal gasto.
En esta narración, todavía nos queda el desenlace. ¿Cómo se desatará este enigma de proporciones colosales? ¿Se nos avecinan tiempos de prosperidad o de más inestabilidad? Saquen sus conclusiones, pero recuerden que ni el pirata más temerario zarpa sin considerar la dirección de los vientos y el estado de su embarcación. Manténganse al tanto, porque la marea de la economía es inconstante y fluctúa a cada momento.
Crisis bancaria en EE.UU: Eco de hipotecas subprime y mercado inmobiliario
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