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Introducción
En un entorno inmobiliario cada vez más inalcanzable, los jóvenes de la Generación Z y vivienda encaran una dura realidad: vivir con sus progenitores parece ser la única alternativa ante su alcance. El análisis no engaña, un tercio de esta generación está volviendo al seno familiar, incapaz de afrontar los exorbitantes costos de tener su propio hogar debido a la desproporcionada cotización del mercado inmobiliario, que ha desatado pesadillas en estos jóvenes adultos.
- Un informe reciente de Intuit Credit Karma lo expresa de forma estridente: un 31% de los individuos de la Generación Z opta por quedarse en el núcleo familiar debido a que sus ingresos laborales, por dignos que sean, no son suficientes para hacer frente a un alquiler, y mucho menos suscribir una hipoteca. Un gravísimo revés para los jóvenes con aspiraciones y contratos laborales inestables, que anhelan la llave de su primer hogar y la tan deseada autonomía.
- Nacida entre 1997 y 2012, la Generación Z se ha dado cuenta de que la vida no se pinta del mismo color rosado que en las películas. Los sueños de viaje chocan contra su realidad y les devuelve a la residencia paterna, en un amargo vaivén del destino. Los bajos tipos de interés que favorecieron a los millennials no están disponibles para estos jóvenes, que se sienten abrumados por las elevadas tasas de interés y los desorbitados precios de las viviendas.
- Los alquileres tampoco representan una tabla de salvación. La situación es desesperante y los costos de arrendamiento se han convertido en un verdugo insaciable que juega a placer con los sueldos de los más jóvenes, requiriendo casi el 30% de sus ingresos para cubrir los pagos mensuales. Así es cómo la Generación Z se encuentra atrapada en un laberíntico callejón sin salida, en un mundo donde el arrendamiento es una pesada carga y donde la compra de una casa parece ser un sueño ilusorio.
La Generación Z, con la vara de la precariedad en sus manos, dirige una «desafinada orquesta interpretando una melancólica sinfonía: la de los inquilinos perpetuos».
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Desaparición de facilidades de bajo interés
¿Quién podría haber pronosticado que la posibilidad de acceder a créditos con bajo interés serían un bello sueño para la Generación Z y vivienda en medio de este desolado panorama financiero? Resulta casi nostálgico recordar cómo los millennials, en sus inicios laborales, podían acceder a préstamos con facilidad para comenzar a trazar su sendero en el enmarañado bosque de las inversiones. ¿No resulta curiosamente irónico? Conforme se va descorriendo el telón del futuro para aquellos nacidos entre 1997 y 2012, las oportunidades a las que sus antecesores podían alcanzar parecen disolverse como un terrón de azúcar en un tazón de café hirviente.
El reloj financiero parece haber sufrido un cortocircuito, porque su tic-tac ya no es el canto melodioso de bajos intereses, sino que resuena con el estridor de un mercado inmobiliario cada vez menos accesible. En vez de recibir a la nueva generación con las tarjetas de crédito desplegadas, se les recibe con tipos de interés y vivienda estratosféricas y precios de vivienda elevados escalan a pasos agigantados, a mayor velocidad que la burbuja que estalló en 2008.
Sumado a todo esto, el mercado de alquiler parecía ser el salvavidas en este mar financiero tormentoso, pero ahora semeja una pesada ancla de cemento que nos hunde aún más. El alquiler como carga económica de 2022 parece haber adoptado el papel de Atlas, soportando un peso financiero desmesurado: necesita emplear el 30% de sus ingresos para pagar un alquiler medio. Lejos de ser la solución, el alquiler se ha convertido en otra espina más en el costado.
- «El panorama desalentador es que lo que fue antes una puerta franca y clara para crecer y tener un respaldo financiero, ahora parece un pasaje a un castillo amurallado, dominado por crueles dragones de tasas de interés y pardillos con escudos de oro inalcanzable.»
- «Todo esto, justo cuando nuestra juventud es más consciente que nunca de la necesidad de volar del nido y abrir su propio sendero en la vida.»
- «No cabe duda que el acceso a la vivienda, antes tan beneficioso para los millennials, parece haberse volatilizado como humo en un día sopla el cierzo para la generación Z.»
Pero como bien sabe el avezado inversor, cuando una puerta se cierra, una ventana se abre: en este caso, una ventana hacia la educación financiera y la inteligencia inversora.
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El arrendamiento como un obstáculo
El tema del alquiler siempre ha sido una constante rasgadura en el bolsillo que no deja de afligirnos. Hoy, queridos lectores, vamos a hablar de cifras, porque esta realidad ya no podemos esquivarla. Se dice que para los jóvenes de la Generación Z y vivienda, aquellos nacidos entre 1997 y 2012, el anhelo de tener su propio hogar es, en muchos casos, un espejismo. No es un tema de deseos, sino una cuestión de posibilidades. De acuerdo a datos de Intuit Credit Karma, un 31% de esta generación no tiene otra opción más que vivir con familiares, ya que no pueden permitirse alquilar o adquirir un lugar propio.
¿Y por qué no alquilan, te preguntarás? Las cifras, como siempre, nos proporcionan la respuesta. En este 2022, el inquilino medio en Estados Unidos es alguien económicamente agobiado por el alquiler como carga económica. La razón es simple: necesitas destinar el 30% de tus ingresos solo para cubrir la renta media. Esto ha convertido a los inquilinos en sujetos de una situación financiera bastante complicada.
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La perspectiva a futuro no parece mejorar, lo que incrementa la preocupación. Cerca del 24% de los adultos estadounidenses que alquilan han tenido que renunciar a pagar el alquiler, lo que lleva a un 40% a prescindir de necesidades básicas con el fin de poder mantener el techo sobre sus cabezas. Y no nos equivoquemos, esto no es solo cosa de los más jóvenes. Esta problemática se recrudece entre los millenials y la generación Z, con un 30% y 27%, respectivamente, que luchan por pagar su alquiler, mientras que tan solo el 10% de los mayores de 69 años se encuentran en esta posición.
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El dilema no parece solucionarse con la adquisición de una vivienda. Casi la mitad de los estadounidenses, un 46% para ser precisos, cree que nunca podrá tener una casa propia. Además, cada vez más miembros de la Generación Z optan por alquilar más tiempo dada la escalada de precios. Muchos no tienen otro remedio que quedarse en casa de sus padres, una tendencia que se acentuó con la Gran Recesión y que el coronavirus agravó aún más. La cifra es escalofriante: unos 27 millones de adultos en Estados Unidos vivir en casa de los padres en marzo y abril de 2020.
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No obstante, el panorama sombrío no impide que la inventiva de esta generación siga asombrándonos. Cuando finalmente logran independizarse, muchos de ellos dependen de alguna ayuda familiar. Un 40% de los compradores de casa por primera vez cuenta con ayuda familiar para pagar vivienda para hacer frente a la entrada de la casa y el 30% de la generación Z admite dependencia económica generación Z para lograr la adquisición de una vivienda.
Así pues, estimados lectores, a pesar de que el camino puede resultar rugoso y la montaña se haga empinada, la constancia genera frutos. Ya sabes lo que se dice, «la voluntad puede mover montañas». Así que, andemos prevenidos, porque la Gen Z tiene mucho que decir. Y estas noticias, para un blog sobre finanzas como el nuestro, resultan música para nuestros oídos.
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La imposibilidad de ahorro y sus consecuencias
Lamentablemente, la dificultad para ahorrar no es una fantasía, sino una devastadora realidad que aniquila la esperanza de muchos aspirantes a ser propietarios de viviendas. Parece ser una fiera hambrienta que crece a marchas forzadas. América es hoy el escenario de una silenciosa pero feroz guerra contra la inflación y tasas hipotecarias, y la cada vez más distante perspectiva de tener una casa propia.
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Dentro de este alicaído entorno, la Generación Z y vivienda lleva la peor mano, atrapados en un inquietante laberinto sin escapatoria aparente. El alquiler como carga económica ya requiere el tercio de los ingresos medios; un cuadro desalentador para aquellos que buscan pagar una hipoteca. En medio de los préstamos estudiantiles, el alquiler y los gastos esenciales, no es de sorprender que la idea de tener una casa se torne un sueño distante, y en muchos casos, un angustioso cuento de hadas sin final feliz.
Nos encontramos con una generación asediada por la constante lucha por mantenerse en pie, dejando de lado cualquier plan de ahorro para un futuro hogar. Es alarmante que cerca del 46% de los estadounidenses hayan convencido a su yo más realista de que quizás, nunca serán propietarios. ¿Cómo puede uno esperar tener un lugar propio cuando cada dólar que se gana parece evaporarse ante la avalancha interminable de facturas y deudas?
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Esta sombría situación tiene más implicaciones de las que un análisis superficial de la realidad del problema de vivienda en América podría mostrar. Las dependencias están creciendo y solidificándose, con un 40% de compradores de casa por primera vez menores de 30 años necesitando ayuda familiar para pagar vivienda. Esto no es un juego de mesa, damas y caballeros. Es la incierta e imprevisible realidad, donde no hay billetes ficticios y no puedas declararte en bancarrota sólo para esperar al próximo turno.
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Desgraciadamente, estamos observando el surgimiento de una generación dependiente, que ha tenido que cambios el sueño de tener su propia casa por lograr cubrir el alquiler del próximo mes. En esta desesperada carrera por sobrevivir, el ahorro parece un concepto obsoleto, un vestigio de días pasados donde el trabajo era estable, los sueldos decentes y la vida más accesible. Ahora, la dura lección es que incluso los sueños más grandes tiene su precio. Con los precios de vivienda elevados, deja un amargo sabor de boca y nos recuerda una dolorosa verdad: podemos nombrar un problema, pero eso no significa que se pueda resolver rápidamente.
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Impacto de la Gran Recesión y la pandemia
La Generación Z ha sido duramente afectada por los embates de la Gran Recesión y la pandemia, viendo su sueño de adquirir una «vivienda propia» cada vez más esquivo. La crisis global de vivienda asequible, ya de por sí alarmante, ha sido exacerbada por estos eventos de repercusión mundial.
La Gran Recesión en 2008 zarandeó las raíces del sector inmobiliario, provocando un desplome drástico de los precios e incrementando el desempleo. Muchos vieron cómo su capacidad para comprar su propia casa se evaporaba, lo que llevó a un considerable aumento de adultos que vivir en familia por costos de vivienda.
- Este fenómeno no fue un capítulo puntual, sino el principio de una tendencia persistente. A medida que avanzaban los años, cada vez más adultos regresaban a casa de sus progenitores, especialmente entre los miembros más jóvenes, la llamada Generación Z.
- La cosa se complicó aun más con la aparición del virus en 2020. Entre las consecuencias de la pandemia, que cerró fronteras, paralizó economías y revolucionó el panorama, se incluye el hecho de que cerca de 27 millones de adultos en Estados Unidos decidieron volver a la casa familiar en marzo y abril de ese año.
En este escenario volátil, con una economía temblorosa y trabajos en el limbo, el sueño de la casa propia para la generación Z parece un Everest personal, cuya cima cada vez se ve más lejana.
La realidad es innegable: los altos precios de las viviendas, junto a las elevadas tasas de interés, la escasez de oferta y un inquilinato estadounidense con cada vez mayores cargas económicas han creado un clima hostil. De hecho, un impactante 46% de los estadounidenses cree que nunca será dueño de una casa.
- Esta no es una trama de una película de terror; es la vida que están enfrentando muchos jóvenes hoy en día. Un 40% tiene que sacrificar necesidades básicas para poder pagar su alquiler, y un 30% de nuestros queridos Z depende de la ayuda familiar para adquirir una vivienda.
- Esto es lo que la generación Z tiene que superar, y se trata de un desafío aún mayor considerando la magnitud de la crisis económica desatada por el Covid-19. No obstante, a pesar de las circunstancias adversas, la generación Z se caracteriza por su resiliencia. Son jóvenes dispuestos a hacer frente a los desafíos y a superar los obstáculos que se les opongan. Así que anímate, Generación Z. La travesía puede ser dura, pero es la que te corresponde. Adelante.
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Conclusión
En este panorama, para la Generación Z y la vivienda, su situación parece más un juego de salir adelante que de encontrar oportunidades. La idea de poseer una casa propia empieza a verse en grises más que en rosas. Los antes prometedores tipos de interés y vivienda bajos, que podrían significar un respiro para este segmento de la sociedad, se han evaporado entre la espesa niebla del mercado inmobiliario. Pero, ¿qué respuestas podríamos hallar para este laberinto de la vivienda?
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El primer sendero que necesitamos empezar a recorrer es el de la formación financiera. Hacer comprender a esta generación cómo funciona el sistema financiero y cómo pueden hacerlo actuar en su beneficio, podría ser una inestimable llave maestra. Aunque suene a tópico, en un mundo donde los códigos QR tienen mayor valor que un desayuno, es una herramienta vital poseer conocimientos sobre criptomonedas y finanzas descentralizadas.
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Por otro lado, el problema de la vivienda en América podría y debería experimentar una transformación para atender a la accesibilidad, el precio y la calidad. Tal vez sea el momento de cuestionar la arcaica mentalidad de que la vivienda propia es el único camino hacia la seguridad financiera y examinar otras posibilidades. El auge de la economía colaborativa y el cambiante estatuto social de la propiedad de vivienda, podrían ser un enorme motor para generar soluciones tanto para la Generación Z como para futuras generaciones.
Es probable que estas soluciones no sean cómodas ni sencillas, pero la vivienda inaccesible en América no puede continuar en ascenso. Muchos jóvenes no desean pasar su existencia en una carrera exhausta para pagar un alquiler como carga económica o una hipoteca exorbitante. Se hace indispensable comenzar a trazar un nuevo esquema hacia un futuro en el que la vivienda no sea el objetivo a alcanzar, sino el inicio del camino para lograr un bienestar financiero y personal.
Podemos asegurar que no existe un remedio mágico, pero si una serie de pequeños pasos que nos pueden llevar a aligerar este problema. El sendero será intrincado y repleto de barreras financieras de abrumadora altura. Pero es precisamente en estos tiempos de crisis cuando surgen posibilidades, y la Generación Z, pese a las adversidades, tiene la oportunidad de ser la protagonista en la construcción de un futuro mejor. Porque, al final del día, quien tiene un motivo para vivir, puede afrontar cualquier dificultad que se presente. Y jamás subestimes la capacidad de adaptación de una generación con tanto por demostrar.
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El desafío de la Generación Z: Los altos costos de la vivienda
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