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Introducción: La creciente crisis del alquiler en EE.UU
El mal llamado sueño americano se encuentra en la cuerda floja, y es que el incremento de alquileres se alza como el principal culpable de esta perturbación. Para aquel que no lo conozca en profundidad, alquilar una casa en los Estados Unidos puede parecer algo completamente manejable, pero los datos nos descubren una problema de asequibilidad de viviendas palpablemente más sombría.
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La insigne Universidad de Harvard, institución que nunca habla sin fundamento, lo deja claro: alquilar un techo en la tierra de la libertad se ha convertido en una hazaña colosal. Para buena parte de los inquilinos estadounidenses, la posibilidad de tener un hogar se esfuma como por ensalmo. ¿El verdugo? El aumento de los costos de vivienda, ese espectro que ha escalado desde la mera incomodidad hasta el verdadero terror que acecha constante.
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A modo de ejemplo, imaginad la cantidad de personas que destinan más del 30% de sus ingresos para sufragar el alquiler y los servicios básicos; hablamos de cifras que hielan la sangre. Más aún, aproximadamente la mitad de estos aguerridos cotidianos están abonando, obviamente contra su voluntad, el 50% o más de sus ingresos.
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Desgraciadamente, como nos ilustra la Universidad de Harvard, la protección que antes otorgaba un salario decente se ha diluido hasta desaparecer. Este Leviatán, llamado inasequibilidad de la vivienda, es indiscriminado a la hora de afectar a la población, golpeando incluso a aquellos que perciben entre 30.000 y 74.999 dólares anuales. Sin mencionar a los que ganan menos de 30.000 dólares al año, de los que un escalofriante 83% se encuentran en serias dificultades económicas.
La cuestión del alquiler ha agudizado a tal grado que se ha desembocado en un escenario que podría pertenecer a una película de terror: el número de personas sin techo en Estados Unidos ha traspasado límites nunca antes vistos. La escasez de viviendas asequibles ha inflado los precios de alquiler, creando un círculo nefasto en el que los que menos tienen son los más perjudicados.
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Además, es preciso señalar que, con el desbocado incremento del precio del alquiler, han proliferado las solicitudes de subsidios federales de vivienda. Pero, lamentablemente, la financiación no llega a abarcar el galopante ritmo de la demanda creciente.
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El alquiler en los Estados Unidos se ha convertido en un verdadero desafío de supervivencia. Para un número creciente de personas, el adagio «mi casa es mi castillo» ha mutado a un «mi casa es un lujo que apenas puedo permitirme». Como se dice vulgarmente, alquilar actualmente en Estados Unidos se asemeja más a cargar con un elefante a cuestas.
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Detrás de los números: la realidad de los inquilinos
Recordando distorsionadamente el Sueño Americano, los Inquilinos estadounidenses afrontan un desafío formidable. Son prisioneros en un laberinto de números intrincados, armado por un mercado inmobiliario que rara vez muestra piedad. Los datos con los que nos encontramos en un estudio reciente de la Universidad de Harvard ilustran esta realidad. En el país de las barras y las estrellas más de la mitad de los inquilinos se ven obligados a entrelazar ingeniosamente sus finanzas, luchando contra el coste de alquiler que parece seguir una trayectoria en ascenso.
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En el Mercado de Alquiler versión Dante, los más afligidos chocan con los rincones más sombríos. Específicamente, aquellos que tratan de sacar adelante sus vidas y cubrir sus necesidades con ingresos inferiores a 30.000$ al año. Para ellos, la renta se convierte en una bestia voraz que consume hasta un 83% de su entrada monetaria. Este eterno apetito reduce a casi nada su capacidad económica frente a otros gastos básicos, rozando los límites de la irracionalidad.
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La complejidad del problema se intensifica. Aquellos afortunados cuyos ingresos anuales bordean entre los 30.000$ y los 74.999$, se hallan prisioneros dentro de un panorama de asequibilidad inverosímil. La ausencia de precios justos, los costos altos y la escasez de ofertas asequibles, hacen que los alquileres parezcan más una cárcel dorada que un hogar.
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El déficit de viviendas a precios justos es tan desesperante que ha impulsado la cifra de personas sin hogar a nuevas alturas sin precedentes. Incluso el propio presidente Biden y su grupo de especialistas en vivienda están perplejos ante la magnitud de un problema que solo ha contribuido a hinchar los ya inflados precios del mercado inmobiliario.
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En medio de este panorama complicado, crece el número de estadounidenses ansiosos por participar en la lotería de los subsidios federales de vivienda. Pero al igual que ocurre con Powerball o Mega Millions, parece que las probabilidades están sostenidamente en su contra. Con un fondo de asistencia que sufre rebanada tras rebanada de recortes, parece que la solución a este laberíntico problema está cada vez más lejos. En este incierto contexto, la única certeza que persiste es que los costos de alquiler siguen siendo desmedidamente altos. ¿Y el futuro? Bueno, parece que todavía hay margen para que las cosas vayan de mal en peor.
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El lento crecimiento de los alquileres y sus efectos
La adversidad que enfrentan los inquilinos estadounidenses bien podría parecer el guion de una película de suspense de desventuradas circunstancias, donde, en lugar de los títulos de crédito, aparecen los más complicados escenarios.
Atendiendo a un estudio llevado a cabo por la Universidad de Harvard, la posibilidad de tener <
u>vivienda asequible se ha convertido en un lejano sueño americano para la mitad de los inquilinos del país.Pasados estos convulsos dos años de crisis sanitaria a escala mundial, las secuelas del COVID-19 arrasan la economía estadounidense, afectando inclusive al alquiler, que se dispara como un senior ante una oferta de su pastelería preferida, obligando a muchos a dedicar más del 30% de sus ingresos a la vivienda.
Durante esta etapa, asistimos a cómo incluso aquellos con ingresos medios, quienes alcanzan entre 30,000 y 74,999 dólares anuales, han experimentado un golpe contundente en términos de asequibilidad de la vivienda con una intensidad sin precedentes. Esta pandemia no es selectiva, ataña a quien ataña, ignorando balances bancarios.
- Aquellos de menor solvencia, aquellos cuyo ingreso anual es inferior a 30,000 dólares, un 83% para ser precisos, son los más golpeados, encontrándose en aprietos y observando cómo sus escasos recursos apenas cubren las necesidades básicas.
- Esto ha provocado que la tasa de personas sin hogar en la tierra del Tío Sam alcance cifras alarmantes. La propuesta sugerida tanto por la administración Biden como por expertos en vivienda parece ser incrementar la oferta de viviendas asequibles. Pero, y aquí viene la trampa, esto trae un efecto secundario: la elevación de los precios de las viviendas.
- El estancamiento del mercado de la vivienda no ha surgido como el alivio que esperaban los más perjudicados. El ritmo de crecimiento de los alquileres ha bajado, sí, pero como quien pasa de esprintar a correr un maratón: el avance es menor, pero el recorrido más largo, y los precios continúan inaccesibles para muchos.
En este escenario, teñido de grises, los nuevos apartamentos construidos durante la última década, cuando aún creíamos en los Reyes Magos, se tarifan a partir de los 1,400 dólares al mes, una «suma inalcanzable para la mayoría» sin poner en jaque sus finanzas personales.
Y como colofón, en medio de este desolador panorama, crece el número de personas que reúnen los requisitos para recibir subsidios federales de vivienda. El inconveniente es que estos recursos son crónicamente insuficientes y no pueden aliviar las crecientes necesidades de la población.
Por tanto, el monstruo del alquiler continúa azotando a los inquilinos estadounidenses, disfrazado en la inasequibilidad de la vivienda. Quizás sea el momento de desviar nuestra atención del aumento de los alquileres, y buscar soluciones concretas que realmente marquen la diferencia en la vida de aquellos que, al final del día, solo buscan un lugar donde protegerse.
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Subsidios de vivienda y demanda creciente: el desfase
Incremento de alquileres, echar un vistazo al panorama de las ayudas estatales para la vivienda en Estados Unidos puede parecer una auténtica tragicomedia económica. Todo empieza con plétora de promesas de asistencia que caen como confeti en una fiesta. No obstante, la auténtica realidad es la crónica falta de financiación que revelan los estudios de la Universidad de Harvard. Parece que las palabras brotan con más fluidez que los fondos.
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Añádase a este amargo coctel un elemento en crecimiento exponencial que avanza con el ímpetu de un velocista olímpico: la demanda. Un número creciente de individuos se encuentran en posición de recibir estas ayudas, un efecto lógico ante las alarmantes cifras que muestran inquilinos estadounidenses que invierten hasta el 50% de sus rentas en sufragar alquileres y servicios básicos. ¿Quién desea ser un millonario? O mejor dicho, ¿quién puede?
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Ingresos y vivienda, agreguemos más ingredientes a esta receta de sabor retorcido, aunque estas ayudas están destinadas a aliviar los problemas de asequibilidad de las viviendas, el número disponible avanza a la velocidad de un caracol con artritis. Tal vez sea el momento de que este caracol se tome un espresso doble, ya que la necesidad crece a un ritmo que ni Usain Bolt podría igualar.
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Sin embargo, emplear todo en vivienda es como realizar una dieta a base de pomelos: insostenible. Con menos recursos disponibles para cubrir otros gastos esenciales, muchos arrendatarios se encuentran atrapados en un círculo vicioso difícil de abandonar. Y ahí es donde las ayudas podrían tomar partido… si es que llegan.
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La reflexión que podemos extraer es que las ayudas para la vivienda, tal como se presentan actualmente, son un parche en una herida que no deja de expandirse. Es claro que se requiere un plan de acción más efectivo para contrarrestar la creciente disparidad entre los ingresos y los alquileres. Al final del día, lo que está en juego es asegurar que nadie tenga que decidir entre disponer de un techo o vivir con dignidad. ¿Es demasiado pedir? Puede ser, pero como en toda tragedia, siempre queda un hueco para la esperanza.
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Conclusión: Mirando hacia el futuro
En el cierre de este análisis acerca de la preocupante realidad del sector arrendatario en Estados Unidos, el sabor que queda es agridulce. ¿Pero acaso estos datos nos pillan desprevenidos? ¿Nos hemos acomodado a un sistema que se desborda? ¿O es que acaso seleccionamos el cómodo refrán de lo que ojos no ven, corazón no siente?
- Basta de rodeos. La penuria en conseguir una vivienda asequible no es moco de pavo. Estamos hablando de tener que desembolsar más del 30% de los sueldos en alquiler y en facturas imprescindibles como la electricidad y el agua. Imagina el agobio de abrir la correspondencia, temiendo encontrar una nueva factura. Es normal sentirse desorientado al mirar hacia el horizonte.
- Debemos enfrentar la realidad: el desaceleramiento del mercado inmobiliario no será la tabla de salvación para los más afligidos. Porque, seamos honestos, una disminución en precios absurdamente altos sigue siendo… no te lo pierdas… absurdamente alta. Con tantos apartamentos nuevos que superan los 1.400 dólares mensuales, en los presupuestos familiares parece que se esté trabajando un acto de circo para conseguir llegar a final de mes.
- Además, ¿qué tal si a este revoltijo le añadimos la pizca amarga de la tasa récord de personas que viven en la calle debido a la falta de viviendas asequibles? Se ve como un ingrediente que podríamos evadir fácilmente en el cóctel del siglo XXI.
- ¿Y qué me decís de las ayudas federales de vivienda? ¿Quién es el brillante que decidió que debían ser insuficientes para dar solución a nuestra crisis de alquiler? Es de extrañar. Y sin embargo, cada día más personas buscan acceder a estos subsidios. ¿Será este un desgarrador llamado de auxilio o simplemente un movimiento táctico en el tablero del mercado inmobiliario de Estados Unidos?
- En este contexto, debemos preguntarnos qué soluciones se pueden poner en marcha. Es necesario considerar incentivos fiscales para impulsar la construcción de viviendas asequibles o mejorar la financiación para las ayudas federales de vivienda. Al final del día, lo crucial es garantizar que todos tengan la oportunidad de disfrutar de un hogar decente y asequible. Porque todos merecemos, y cito ahora a un distinguido literato, un lugar bajo el sol y la luna. ¿O acaso no es así?
En resumen, cada jornada es una nueva oportunidad en la volátil escena del alquiler en Estados Unidos. Esperemos que la luz del cambio brille fuerte para quienes están atravesando un periodo nublado.
Incremento en alquileres en EE.UU: Inquilinos sacrifican ingresos
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