Nos gusta pensar que somos seres racionales, especialmente cuando se trata de decisiones financieras, de hecho y por años, estuvo mal visto reconocer que las emociones tienen un peso tan importante en nuestro comportamiento. Hasta el siglo pasado, hasta la llegada de la neurociencia, se pensaba que eran un obstáculo a los procesos cognitivos racionales, la realidad es que forman parte de nuestra naturaleza humana.
En el campo de las ciencias económicas, la teoría financiera ha tratado a los humanos como “cajas negras” sugiriendo que los detalles de funcionalidad de nuestro cerebro no pueden ser conocidos. Con esta idea se han creado teorías que especulan sobre el comportamiento que se supone deben seguir los humanos. Es así como el “homo economicus” fue el paradigma dominante para describir situaciones presentes o predecir futuras como crisis, desarrollo o crecimiento económico, el precio de una moneda o par de divisas, un posible aumento en el valor de una acción, entre muchas otras.
Bajo esta idea, las personas toman decisiones de forma racional, sea para su beneficio personal (como en la corriente económica del utilitarismo) o colectivo (en la corriente del bienestar). De acuerdo a lo planteado, el hombre económico es un modelo simple de comportamiento en el que tres principios determinan las decisiones económicas individuales: la racionalidad perfecta, el interés propio perfecto y la información perfecta.
Muy “racional” todo, excepto que lo perfecto no existe, en un contexto inestable y a veces poco previsible como es el entorno financiero, nuestro cerebro reacciona de una forma más intuitiva que analítica, porque, aunque utilicemos datos objetivos para fundamentar nuestras decisiones, el empujón final y definitivo no es necesariamente racional.
Hay que usar el cerebro
Ya en la antigua Grecia decía Hipócrates que “Los hombres deberían saber que no es sino del cerebro de donde provienen las alegrías, los deleites, la risa y las diversiones; así como las penas, las aflicciones, el abatimiento y las lamentaciones.
Mediante el cerebro adquirimos sabiduría y conocimiento, vemos y oímos, sabemos lo que es deshonesto y lo que es justo, lo que es bueno y lo que es malo, lo que es agradable y lo que es desagradable… Es mediante el mismo órgano como nos volvemos locos y llegamos a delirar, y nos asaltan miedos y terror”.
El sector financiero utiliza el concepto de racionalidad para construir muchos de sus modelos, pero ha mostrado un progreso acelerado en la incorporación de recomendaciones alternativas, por eso, juntar la economía y la neurociencia es un intento por comprender el comportamiento de inversores y consumidores, en el que se abren nuevos campos de estudio que implican mayor complejidad en la toma de decisiones y menor objetivad de lo que habíamos pensado.
El nexo entre las finanzas y la neurociencia, así como de la economía del comportamiento surgió en la década de 1990 para ampliar el campo de las finanzas matemáticas, el premio Nobel Daniel Kahneman es la referencia básica para esta visión de la economía.
Las finanzas clásicas se limitan a gestionar los recursos disponibles para hacerlos más rentables, pero las neurociencias en las finanzas, incorporan al análisis la interacción del cerebro en la toma de decisiones, al estudiar los procesos fisiológicos reales que se dan en el cerebro humano cuando es expuesto al riesgo financiero, utilizando para ello las más modernas técnicas de la neurociencia.
Esto permite explicar que nuestra naturaleza es emocional y que lo racional es una evolución posterior que debemos aprender a gestionar si queremos ser plenamente conscientes de la motivación de nuestras inversiones. Utilizando todo el conocimiento de las ciencias del comportamiento (neurociencia cognitiva, psicología, sociología).
La neurociencia en las finanzas pueden racionalizar lo que hasta ahora han sido patrones de comportamiento que pueden resultar confusos; por ejemplo, hay personas dispuestas a pagar más dinero por un vehículo porque el color o marca le resulta más atractivo, a asumir riesgos innecesarios en operaciones bursátiles, a sobre endeudarse para comprar cosas que no necesitan, a comprar de forma compulsiva, a realizar negocios sin tener suficiente conocimiento sobre ellos, entre muchas otras conductas que se constituyen en comportamiento económico irracional.
Por otro lado, Es común ver dentro de las organizaciones que dos gerentes vean las mismas cifras y tomen decisiones de un modo divergente, hay aspectos influyentes en la toma de decisiones por encima de indicadores de gestión o financieros (análisis técnico o los fundamentales en lenguaje bursátil ).
Muchas veces el denominado “olfato para los negocios”, la intención, la aversión al riesgo, el miedo, la inseguridad, entre otros factores emocionales y subjetivos considerados por mucho tiempo como poco serios, que se pensaban basados en una análisis al “ojímetro” de impresiones, modas, hasta arbitrariedades y otras visiones muy particulares que explican esa diferencia. Así, nuevos cuestionamientos nos surgen ¿qué tan poderosos pueden ser los sentimientos o la emoción en el momento de tomar decisiones financieras?
¿Por qué tomamos decisiones de forma, entonces, “irracionales”?
La principal evidencia que ofrece la neurociencia en economía esta basada en una propuesta simple, el hombre económico no existe, sus principios no existen, son una simplificación escueta de la realidad. La mayor parte de las decisiones a las que se enfrenta el ser humano no dan un porcentaje de beneficio y de riesgo.
Por suerte el sistema nervioso desarrolló un modo automático para indicarlo, uno de los avances de la neurociencia fue demostrar que las emociones le dan color al estado mental de cada individuo y que para pensar es necesaria la articulación de las emociones y la razón.
Luego de experimentos y observaciones, las neurociencias en finanzas han permitido comprender mejor por qué y cómo los agentes financieros toman sus decisiones, incluyendo al aspecto emocional. Entre sus principales objetivos, las neurofinanzas plantean avanzar en el entendimiento de los mercados financieros mediante la identificación de algunos rasgos fisiológicos y áreas cerebrales (límbicas o del córtex cerebral) que afectan el comportamiento financiero de los agentes lo cual favorecerá el desarrollo de métodos tecnológicos y una formación apropiada para mejorar la manera en que se interpreta la negociación.
De esta forma, la felicidad, la ira, la avaricia el miedo entre otros factores que influyen en cómo los inversionistas determinan sus estrategias de inversión óptimas pueden ser gestionadas facilitando la consecución de sus metas y el mejoramiento de su desempeño en la inversión.
Las Neurofinanzas previenen los sesgos cognitivos, mejoran el control de calidad en el manejo financiero como parte esencial del proceso de toma de decisiones, permiten analizar las causas de fracaso dando las pautas para la creación de estrategias, identifican qué tipo de información puede procesar el cerebro humano de manera eficiente y qué tipo no puede, comprenden cómo se ajustan las decisiones de inversión en función de la apreciación de distintos tipos de incertidumbre como el riesgo o la ambigüedad.
Para lograr estos objetivos las neurofinanzas se valen de procedimientos propios de la neurociencia, usando resonancias magnéticas computarizadas, electroencefalogramas, tomografías y pruebas electrofisiológicas, tecnologías facilitadoras de imágenes del cerebro (imágenes de las zonas activadas acorde a los estímulos) y parámetros físico- químicos diversos (por ejemplo niveles de dopamina) para reconocer cómo actúan las personas ante diferentes estímulos sensoriales, a través de cuáles rutas psicológicas y fisiológicas se manifiestan y cómo manejan sus finanzas en consecuencia, para poder predecir un comportamiento futuro potenciando la creación de un modelo de toma de decisiones más ajustado a la realidad que se espera logre finalmente explicar esa amplia variedad de comportamientos económicos y financieros individuales que no logra hacer el modelo estándar.
El hombre si se lo propone puede ser escultor de su propio cerebro, y para que esto suceda, el cerebro necesita organizar muy bien las redes que le permitan tomar decisiones. Generalmente nuestros cerebros son esculpidos de tal forma que las conexiones cerebrales no contemplan las soluciones a problemas de índole financiero.
Entender que temas como “no gano lo suficiente”, “estoy sumamente endeudado”, “no puedo comprarme una casa”, “si tengo dinero cómo debo invertir”, “no tengo suficiente dinero ahorrado para mi retiro”, “no me gusta mi empleo pero no puedo darme el lujo de renunciar”, “no puedo pagar las cuentas” están asociados, tanto a nuestras emociones, como a los recursos financieros y físicos de los que disponemos, lo cual implica el desarrollo y construcción de inteligencia financiera que gracias a la plasticidad del cerebro, como de otros factores emocionales se puede adquirir sin importar la edad o género.
Lo importante es ser consciente de ello gracias también al desarrollo de nuestra inteligencia emocional. O sea, fuera del cuadro del homo economicus. Complemento este artículo con el siguiente video que lo ilustra:
Referencias
- Murcia, N. A. (2018, August). Los sesgos cognitivos en decisiones financieras que ocasionan la liquidación de Mipymes: un acercamiento a las Neurofinanzas.
- Macedo Alcantar, A. (2021). La toma de decisiones financieras: un análisis basado en las neurofinanzas