En el entorno financiero parece que hay que cuidarse de las “aves”. Si la economía está bien, puede atraer los llamados capitales golondrina, que llegan a un país cuyas condiciones ofrecen en un determinado momento buenas perspectivas de rentabilidad, aprovechan esa oportunidad por un corto plazo de tiempo y se van, sin aportar valor y dejando efectos negativos como la revaluación de la moneda u otros.
Si las perspectivas económicas de un país están muy mal entonces aparecen los Fondos Buitre o Holdout aunque en realidad esa última expresión es más utilizada para referirse a los tenedores de bonos que no aceptan reestructuración alguna.
En el mundo los inversionistas reaccionan ante ciertos incentivos o cambios dentro del mercado, el espíritu que mueve los hilos financieros siempre será muy simple: comprar barato y vender caro. Bajo esta sencilla premisa se solapan una cantidad de operaciones que han sido muchas veces cuestionadas desde el punto de vista ético, pero vale decir que en las finanzas el pragmatismo le gana a la ética muchas veces.
¿Qué hace a los fondos buitre, buitre?
Estos buitres pueden estar rodeados de un aura exótica y de modernidad, pero sus objetivos son tan antiguos como el propio arte de invertir, son fondos de capital de riesgo que compran deuda de países en problemas, cercanos a la quiebra, para después presionar y cobrar la totalidad del valor de esa deuda, además de los intereses por los años adeudados sin atender a reestructuraciones o quitas.
Su campo de acción abarca tanto a países con situaciones financieras críticas como a empresas con graves problemas económicos. A diferencia de la mayoría de actores en el mundo financiero donde se gana o se pierde con apuestas más o menos arriesgadas sobre el sube y baja de las cotizaciones, estos no aceptan participar de una reestructuración de deuda y el método que utilizan para contabilizar ganancias fabulosas es la vía judicial, por eso suelen tener amplios conocimientos sobre los mercados en los que van a entrar y estar integrados por grandes equipos de abogados y especialistas en procesos de reestructuración de empresas.
En el sector de las finanzas existen ciertos indicadores que le permiten a cualquier inversionista medir el riesgo al que se expone al adquirir un bono, uno de ellos es el riesgo país, el cual refleja precisamente las probabilidades que tiene un país de incumplir con sus deudas. Los fondos buitre compran títulos públicos que ofrecen una alta tasa de interés aún sabiendo los riesgos de perder lo invertido, pues ellos no apuestan al libre juego del mercado, es la vía judicial la que asegura la desaparición de dicho riesgo.
Los mecanismos por los que operan estos fondos poseen poca regulación por los estados y los sistemas financieros, es por esto que para el inversor genera atractivo porque lo que busca en esencia es tener menos controles en el mercado para poder especular.
Se trata de compañías que no terminan de gustar en el ámbito financiero y se considera que el calificativo de buitre (aves que se alimentan de animales muertos) se ajusta muy bien a su modo de subsistir: esperan a que el entorno macroeconómico de algún país o alguna empresa entre en crisis y no pueda afrontar sus deudas para que, en ese momento puedan lanzarse a atacar obteniendo así bonos con un valor facial muy por debajo del valor real.
Posteriormente, mediante distintos mecanismos de presión que van desde embargos, campañas de prensa y operaciones de lobby ocasionan desprestigio de los deudores, generando eventualmente que dichas presiones empeoren su situación financiera, elevando los costos de transacciones generados, además de los costos judiciales. Por ello, han sido puestos en entredicho por varias organizaciones, entre ellas el G20.
Argentina, un caso emblemático
Uno de los casos más conocidos de la operación de estos fondos es el caso de Argentina. El conflicto de Argentina con los fondos buitre tiene su origen en los títulos de deuda que fueron emitidos en 1994 bajo un acuerdo que prohíbe al emisor de deuda otorgar a futuros acreedores garantías o condiciones más favorables que al resto, la famosa cláusula Pari Passu.
Luego de que Argentina cayera en default en 2001, el Estado ofreció un canje de deuda a los tenedores de estos títulos en 2005 y lo mismo se repitió en 2010. En ambos canjes se reducían los montos y se diferían los pagos, lo que fue aceptado por el 93% de los tenedores de bonos, el porcentaje que no ingresó a la negociación esperaron la reestructuración para rechazarla.
Fondos especulativos (entre ellos NML Capital, de Paul Singer, y Aurelius fueron los más conocidos) recompraron la deuda a precios bajos, Singer se convirtió en la cara visible de los Fondos Buitre que negociaron con Argentina y que reclamaron ante la Corte de Nueva York USD 1.300 millones por bonos que fueron adquiridos por USD 40 millones, alegando entre otras cosas que la cláusula Pari Passu representa un pacto de solidaridad forzosa entre bonistas al entender que nadie que haya participado de un canje puede recibir un pago sin que el resto, que prefirió rechazar la oferta, también lo haga.
Los riesgos que generarían para los Estados la amenaza de los acreedores dispuestos a embarcarse en el lento desgaste de una batalla legal antes que aceptar los términos de una reestructuración y el aumento del volumen de especulación en la emisión de los bonos y de las operaciones que se generan dentro del mercado secundario han llevado a que nuevos contratos incorporen cláusulas conocidas como de Acción Colectiva (CAC) .
Estas cláusulas están pensadas como un escudo para minimizar el daño que puede ocasionar el creciente atractivo de la estrategia holdout, un artilugio legal que permite imponer a los bonistas revoltosos el acuerdo de una mayoría (entre el 66% y el 75%) y que para algunos garantiza que el caso argentino no tendrá mayores ramificaciones.
Las CACs en resumen, procuran un impacto encapsulado que no entorpece la capacidad de maniobra de otros soberanos quebrados versus el peligro de crear incentivos que magnifiquen el atractivo de quedarse afuera y llevar el default a los tribunales.
Los fondos especulativos en esencia operan sin crear riqueza, ni empleo, ni valor alguno a la economía real, en su lugar apuestan al fracaso de la transacción como vía de lucro, he aquí fundamentalmente el problema.
Como consecuencia del accionar de los fondos buitre, las economías se ven fuertemente afectadas porque las especulaciones acentúan distorsiones habituales de una economía endeudada más allá de lo recomendable, generando altos costos de transacción y de endeudamiento, incrementos en el servicio de la deuda, junto con la disminución de la inversión social, así como reducciones en los presupuestos públicos.
Los fondos buitre generan un efecto distorsionador en las tasa de interés que pagan los privados, el tipo de cambio y los demás indicadores financieros relevantes para el sector productivo y comercial de un país llevando a altos niveles de pobreza extrema y descontento social.
“Cuando la gente pregunta qué significa un gobierno estable, yo les contesto, plata al 6%”. Es una cita del general estadounidense Leonard Wood por el año 1900 citado en un paper académico sobre bancarrotas soberanas y que representa un sentido común que no pierde vigencia.
Referencias
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Kupelian, R., & Rivas, M. S. (2013). Fondos buitre. El juicio contra Argentina y la dificultad que representa en la economía mundial. Documento de Trabajo, (49), 92. Recuperado de: http://cedla.org/blog/grupopoliticafiscal/wp-content/uploads/2014/08/Documento-n-49.pdf