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Introducción
En un cambio drástico de situaciones, las noticias económicas nos muestran que la deuda bruta de los Estados Unidos ha conseguido revertir «El Sueño Americano». Este indicador, que busca nuestros ojos de cualquier modo posible, ha decidido traspasar la barrera de los 34 billones de dólares. Audaz y decidido, este dato nos muestra que cuando los americanos se comprometen con algo, lo hacen a lo grande, incluso en el terreno de las deudas.
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La cifra colosal, que prácticamente está a punto de cruzarse en el camino con el PIB mundial, es fruto de una aceleración financiera mayor a la esperada, impulsada por la batalla contra una pandemia que nos asecha desde el año 2020. Cuando la economía se vio forzada a tomar un respiro, las administraciones de Donald Trump y Joe Biden sacaron sus talonarios y empezaron a rubricar préstamos como si estuvieran firmando autógrafos en un estreno hollywoodense.
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Por supuesto, no todo es un camino de rosas en esta imagen apocalíptica económica. El anhelado repunte ha traído consigo un indeseable «acompañante» llamado inflación que, en modo de celebración, ha motivado el ascenso de las tasas de interés, provocando que la inversión en esos ‘guardapolvos», también conocidos como bonos gubernamentales, sea mucho más cara.
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A este cóctel volátil se le añade el hecho de que una gran parte de este monto corresponde a dinero que el gobierno se debe a sí mismo, lo que podría dar pie a pensar que la situación no es tan grave. Pero cuando observamos el nuevo «paréntesis» en las cifras, que reduce la deuda a una suma «modesta» de 26,9 billones en manos del público, cualquier pensamiento de este tipo es desalojado.
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¿Cómo se plasmará esto en el futuro? Como todo buen drama económico, los efectos aún están por desvelarse. Lo evidente es que la corriente actual podría convertir «El Sueño Americano» en una estampida de paquidermos en una tienda de porcelana y poner en jaque programas tan emblemáticos como el Seguro Social y Medicare. Pero no te preocupes, no todo está perdido. Los demócratas y republicanos, en su sempiterno baile de confrontación, parecen tener planes para reducir la deuda, aunque no están precisamente de acuerdo en cómo hacerlo.
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En contraposición, parece que, para Washington, la función debe continuar. Así que toma asiento, sirve las palomitas y mantente alerta a los próximos episodios de esta apasionante serie titulada: «La deuda nacional estadounidense». Sin duda, no será una serie de corta temporada.
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Causas de la deuda récord
En el complejo tablero de ajedrez financiero global, dominado por Estados Unidos, las cifras ascienden a trillones, formando un baile hipnótico de ceros. Nos encontramos en plena celebración del endeudamiento. Pero, ¿cómo llegamos a esta orgía de deudas? Veamos qué ha pasado.
- Todo empezó con un invitado no deseado que apareció a principios del 2020. Claro, la pandemia global que introdujo no solo las mascarillas y el gel hidroalcohólico, sino también un bloqueo económico de magnitudes épicas. La solución de emergencia: liquidez, y mucha. Expliquemos esa frase tan grandilocuente para que todos entendamos: «El gobierno se ha endeudado hasta las cejas».
- Superado el primer susto, la economía estaba en estado crítico y las herramientas para una resucitación efectiva se esfumaban. La administración Trump echó mano de sus reservas para estabilizar la economía y estimular su recuperación, a base de préstamos masivos. Pero, vaya, los préstamos tienen que pagarse y aún nadie sabe a ciencia cierta quién se va a comer con patatas esa factura.
- El drama no termina aquí. Presentamos a Joe Biden, con su brillante plan ‘Reconstruyendo Mejor’. Este plan no se conforma con migajas y propone un gasto generoso en áreas vitales con la intención de redirigir y revitalizar la economía. Pero, por supuesto, el desembolso tiene un coste, y ese se traduce en un aumento de la deuda.
Así que, aquí estamos, navegando en un mar de deudas y surcando un océano de incertidumbre. Remamos entre la esperanza de una recuperación y el temor a la inflación. ¿Quién sabe? Tal vez, con un poco de suerte, encontraremos el camino hacia el continente perdido de la cordura financiera. Al fin y al cabo, el caos siempre brinda oportunidades. Mientras tanto, aquí seguimos: vigilando, analizando y, sobre todo, luchando por no ahogarnos en la locura de esos ceros que no paran de aumentar.
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Consecuencias económicas y políticas
Frente al escenario que se perfila, uno no puede evitar calcular todos estos índices con una dosis de sarcasmo agridulce. Porque aunque el doloroso récord de la deuda pública estadounidense bañe la economía mundial con un leve gustillo de triunfo, las consecuencias directas y futuras para todos nosotros son una partida cuyo desenlace todavía se debate en la partida global de póker.
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Impacto inmediato
Las cartas empiezan a lanzarse en el aire y no son precisamente ases ocultos. Las repercusiones económicas inmediatas de este «aumento de la deuda» nos revelan el rostro molesto de la inflación. Vuelve este espectro para estar presente, amenazando con mermar el salario real de los trabajadores y entorpecer, por tanto, la recuperación económica. Como si un espectro hambriento no fuera suficiente, los tipos de interés también apuntan hacia arriba, encareciendo cada vez más el coste de la deuda. «Adquiere este objeto brillante», nos susurra el mercado. «Pero tiene precio», replica la deuda.
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Perspectivas a largo plazo
Al reflexionar sobre el futuro, la deuda pública de los EE.UU. puede envejecer tan bien como un vaso de leche en pleno sol. Si la deuda continúa su ritmo desbocado hacia cifras cada vez más estratosféricas, las consecuencias a largo plazo podrían ser tan agradables como un chapuzón en brea. No solo podríamos esperar más inflación y, por consiguiente, tipos de interés elevados, sino que la carga para el ciudadano medio podría llegar a ser insostenible.
Este impacto también podría repercutir en la seguridad nacional. Es probable que este coloso endeudado comience a tambalearse y amenace con desplomarse. Además, los grandes programas que se han convertido en el corazón de la política estadounidense, tales como el Seguro Social y el Medicare, podrían estar en jaque frente a este monstruo glotón de presupuestos.
Tanto demócratas como republicanos, los dos titanes que pugnan el volante de este Titanic, parecen estar de acuerdo en la urgencia de reducir la deuda, aunque, evidentemente, su visión de cómo lograrlo varía tanto como el día y la noche. Mientras que los primeros abogan por incrementar los impuestos a las grandes empresas y a los «wealthy», los segundos proponen recortes masivos a los programas gubernamentales no defensivos.
En resumidas cuentas, ocurra lo que ocurra, la tercera ley de la termodinámica económica se llevará a cabo sin piedad: la deuda no desaparece, simplemente se traslada. Y en este juego en el que lo único que importa es mantener el equilibrio, la pregunta que todos nos hacemos es: ¿hacia dónde se desplazará esta vez la deuda?
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Respuestas políticas y enfoques
Cuando miramos el récord histórico de deuda de los Estados Unidos, nos encontramos con una política de dos vertientes,
- como dos caras de una precisa moneda cuyo endeudamiento se expande constantemente
- Los demócratas, bajo la batuta de un camino marcado por incrementos tributarios, dirigen su enfoque hacia los más adinerados y las entidades empresariales omnipresentes
- Por contraposición, los republicanos impulsan el reajuste de los gastos, principalmente aplicando tijera en programas gubernamentales y anulando ciertos beneficios fiscales y desembolsos.
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Pilotando la nave demócrata, Biden propone como antídoto al crecimiento de la deuda el incremento fiscal de aquellos más privilegiados.
- Con este aumento de los ingresos, persiguen disminuir los crueles déficits que asedian las finanzas estadounidenses.
- Elevar el gravamen a los segmentos más prósperos apunta hacia una estrategia de financiación que reduce el impacto en los ciudadanos comunes, aunque esta medida puede despertar la incertidumbre en el entramado empresarial.
Alternativamente, los republicanos muestran un camino opuesto, maniobrando por contrarreloj.
- Propugnan acometer severos recortes en programas gubernamentales no defensivos, lo que se traduce en una minoración del gasto gubernamental en áreas esenciales, una táctica temeraria que puede generar descontento.
- Además, quieren descartar los créditos fiscales y partidas económicas ligados a la energía verde, un movimiento que puede generar controversia en un periodo donde la ecología y sus problemas encabezan el protagonismo.
Ante nosotros se yerguen dos sendas escogidas para lidar con el gigantesco endeudamiento.
- Es ahora el instante en el que los electores deben dirimir cuál les seduce más.
- Pero no hay duda alguna, la cuestión de la deuda nacional se perfila como un tema estelar en la agenda política del año, un coloso inabarcable que no se puede ocultar tras la cortina de la retórica.
- Un endiablado juego de ajedrez financiero en cuyo tablero el tiempo no admite pausa.
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Conclusión
Deuda nacional bruta de Estados Unidos: Para ponerlo en contexto, estamos enfrentados ante una factura de 34 billones de dólares, es decir, el equivalente al Producto Interior Bruto de todos los países de la Unión Europea, duplicado, para ofrecer perspectiva a la magnitud del problema. Las circunstancias han unido a Trump y Biden en el tradicional recurso a la deuda para sustentar el modo de vida norteamericano, como quién añade agua a la sopa para engrosar un guiso que ya no da para más.
- Nos hallamos en un futuro incierto, en el que el monumental peso de la deuda nacional estadounidense amenaza con aplastar no solo el progreso económico de los EE. UU., sino también nuestra estabilidad financiera global. Considera esto: con cada incremento de la inflación, cada subida de las tasas de interés, el espectro del costo del servicio de la deuda se vuelve más real y amenazante.
- Los principales refugios de seguridad para los ciudadanos estadounidenses, el Seguro Social y Medicare, están en peligro debido a la desmedida acumulación de deuda. ¿Quién quedará en pie en un juego de sillas musicales en el que los ingresos fiscales no logran mantener el ritmo de los gastos del gobierno? Solo el tiempo nos lo dirá.
- Una buena noticia es que tanto demócratas como republicanos concuerdan en que la deuda debe ser reducida para salvaguardar la estabilidad financiera a largo plazo. Lamentablemente, aquí es donde el consenso concluye. Mientras Biden planea impactar los bolsillos de los ricos y las empresas para engrosar las arcas, los republicanos se enfocan en recortar los gastos no defensivos y deshacer los créditos fiscales y gastos en energía limpia. Cada partido está jugando sus cartas, y son los votantes quienes tienen que tomar la decisión.
Por eso, una vez más, es vital que estés informado y alerta ante los movimientos futuros. Como aconsejaría un experimentado jugador de póker, este es el momento para mantenerse en la partida, observar las jugadas de los contrincantes y, obviamente, tener muy claras nuestras propias cartas.
Récord en deuda nacional de EE.UU: Impacto y consecuencias futuras
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