China está experimentando una significativa deflación con una caída del 0,5% en los precios al consumidor en noviembre, la mayor en tres años, y un descenso del 3% en los precios al productor. Esta tendencia ha añadido más presión económica al país, que ya está sufriendo con una demanda del consumidor tambaleante y una desacelerada recuperación de la crisis inmobiliaria y la COVID-19.
Las perspectivas económicas de China se ven sombrías, con la agencia de calificación Moody’s reduciendo su perspectiva sobre la calificación crediticia soberana del país a negativa, debido a mayor probabilidad de un crecimiento inferior a medio plazo y al posibilidad de que se deba dar apoyo financiero a regiones débiles. Además, la reciente quiebra de Country Garden, el mayor desarrollador privado de China y el caos financiero en la firma de inversión Zhongzhi, son indicativos de un mercado inmobiliario en problemas.
Además, el país sigue luchando por impulsar el gasto del consumidor, lo que contrasta con la inflación presente en otras economías principales después de levantar las restricciones por COVID-19. Las importaciones cayeron un 0,6% el mes pasado, lo que insinúa una demanda débil de los hogares.
Los datos económicos que se publicarán la próxima semana revelarán el ritmo de crecimiento de las ventas minoristas en noviembre. En octubre, estas ventas experimentaron un crecimiento de un 7,6% gracias a una base baja comparable al año anterior, luego de un abandono abrupto de las intensas cuarentenas por COVID-19 a fin de año.